¿Por qué puñetas nunca regresé en Agosto? III (final)

Anteriormente en "¿Por qué Puñetas Nunca Regresé en Agosto?":"Me encuentro frente a una oscura cueva de la que nunca me había percatado. Tragué saliva, encendí mi linterna, estrujé el mapa y plaqué impetuosamente a la oscuridad que se alzaba ante mí" [...]
"Apoyé mis manos en el baúl, levanté su tapa y de su interior una luz naranja cegaba mis ojos, no podía dar crédito a lo que mis entonces achinados ojos estaban viendo..."


Aquel Baúl no era más que una trampilla, una broma de muy mal gusto, desde ahí podía ver cómo me esperaba lo que parecía ser un interminable tramo de escaleras. Tenía una linterna, pero esas antorchas molaban mucho así que decidí recorrer el maldito pasillo agarrando una antorcha. ¿Por qué? No lo sé, ni siquiera había nadie que fuera testigo de lo guay que quedaba sostener una antorcha mientras andaba decididamente por las interminables catacumbas.

Me saltaré la parte en la que narro todos esos profundos y trascendentales pensamientos que surgen cuando se pasa uno como quince minutos bajando escaleras con una antorcha en la mano...

Ya había llegado a lo que prometía ser el final, una enorme puerta de madera impedía que viese aquello que tanto ansiaba y desconocía. Valiéndome de mi hercúlea fuerza, empujo el enorme y chirriante portal celestial, que a medida que iba abriéndose, la panorámica de aquella cámara secreta crecía casi tan rápido como mis esperanzas. 

La habitación se hallaba iluminada, no era excesivamente grande u ostentosa, pero tenía las paredes cubiertas de estantes con libros, asombrado y patidifuso, suelto mi épica antorcha y corro por la habitación. Parecía una pequeña biblioteca sacada del mundo de Harry Potter, era tan genial, que pensaba que me iba a desmayar de la emoción. Creo que sería más bien cosa de la alergia, porque en aquel lugar todo estaba cubierto por una anti higiénica capa grisácea.

Habiendo calmado los ánimos, trato de coger algún libro para echarles un vistazo, ninguno parecía una copia de alguna obra magna de la literatura, tampoco podría haberlo adivinado, porque estaban escritos con unos caracteres que no había visto en mi vida. Traté de coger un libro para leerlo, pero se deshacían en mis manos como si estuviesen hechos de arena. Mis esperanzas se habían apagado, así que saqué la silla del escritorio que daba la espalda a la puerta y me tumbé en la silla, no sé cuánto tiempo pude estar mirando para aquel horrible techo con vigas de madera, pero el calor que hacía en esa habitación empezaba a ser molesto.

Mi visión estaba algo borrosa y aún estaba con esa escasez de reflejos que tiene uno cuando acaba de despertarse, pero podía ver cómo algo brillaba en el hueco que había debajo de aquel escritorio. Sin pensarlo demasiado agarré aquello, no tuve mucho tiempo para saber qué estaba agarrando, porque el crujido de una enorme hoguera había activado todas mis alarmas. Aquella maldita antorcha, resentida por haberla desdeñado, había decidido pasear sus llamas por algunas estanterías y por las vigas de madera del techo, no es la primera vez que un fuego se me iba de las manos, así que sabía perfectamente cómo actuar, o por lo menos mi cuerpo supo qué hacer. Coloqué aquella pesada cosa marrón del tamaño de un archivador bajo mi brazo, y deshice mis pasos corriendo lo más rápido que pude.

¿Qué había conseguido salvar de mi mismo ese día? Ni yo mismo lo supe hasta hace bastante poco, pero es algo que acabaréis viendo tan a menudo, que terminaréis por odiarlo a muerte.
"Coloqué aquella pesada cosa marrón del tamaño de un archivador bajo mi brazo, y deshice mis pasos corriendo lo más rápido que pude."